MITOS Y LEYENDAS DEL TOLIMA

MITOS Y LEYENDAS DEL TOLIMA



EL CAZADOR




Esta leyenda está más acentuada en la región montáñosa, aun que el hecho tuvo lugar a la orilla del río Grande, pero trancendió la cordillera hasta que la montaña lo albergó en su seno.

Vivía en tiempos de la Colonia un hombre cuya entretención y oficio cotidiano era la "cacería". Para él no había fiestas profanas ni religiosas; no había reunión de amigos ni paseos; nada le entretenía tanto como salir a "cazar" venados al toque de la oración, en los bosquecillos aledaños; borugos a la orilla del río por entre los guaduales; los guacos, chorolas, guacharacas y chilacoas por los montes cercanos a los pantanos, ciénagas y lagunas. El producto de la cacería constituía el sustento de la familia y su único negocio.


En aquel caserío tenían una capilla donde celebraban las ceremonias más solemnes del calendario religioso. Tenía unas ventanas bajas y anchas que dejaban ver el panorama y para que el aire fuera el purificador del ambiente en las grandes festividades.


Llegó la celebración de la Semana Santa. Los fieles apretujados llenaban la capilla, oyendo con atención el sermón de "las siete palabras". Los feligreses estaban conmovidos. Reinaba el silencio ... apenas se percibían los sollozos de los pecadores arrepentidos y los golpes de pecho.


Allí estaba el cazador, en actitud reverente, uniendo sus plegarias a las del Ministro de Dios, que en elocución persuasiva y laudatoria hacía inclinar las cabezas respetuosamente.


De pronto, como tentación satánica, entró un airecillo que le hizo levantar la cabeza y mirar hacia la ventana. Por ella vio, pastando en el prado, un venado manso y hermoso. Que maravilla! Esto era como un regalo del cielo! estaba a su alcance ... apocos pasos de distancia. Rápido salió por entre la multitud en dirección a su cabaña.


Fue tanta la emoción del hallazgo que no se acordó del momento grandioso que significa para los cristianos el día de Viernes Santo. Tampoco se fijó en el momento sagrado de la pasión de Cristo. Salió con su escopeta y su perro en busca de la presa. Ya el animal había avanzado unas cuadras hacia el manantial. El cervatillo al verse acosado paró las orejas y se quedó inmóvil, como esperando la actitud del hombre. este al verlo plantado le disparó, pero en ese mismo instante el animal huyo.


Perro y amo siguieron las pistas, lo alcanzaron y, al dispararle de nuevo, se realizaba el mismo truco. El afiebrado cazador no medía ni el tiempo, ni la distancia. Seguía ... seguía ... cruzaba llanos, montañas, cañadas, colinas, despeñaderos, riscos y sierras. Llegó por fin a la montaña cuando las tinieblas de la noche dominaban la tierra.


La montaña abrió sus fauces horripilantes ..! El cazador penetró ... y nunca más volvió a salir de ella. Dicen que la montaña lo devoró.



LAS BRUJAS



La bruja tolimense es única, absoluta, original. .Sobre las brujas abundan "los cachos" en la ciudad, pueblos y veredas, la bruja tolimense es totalmente diferente a la europea, diferencias son notoriamente conocidas: no es la vieja flaca y desdentada, no usa sombrero ni cucurucho, ni cabalga sobre una escoba, tampoco celebra el aquelarre.

La bruja tolimenseles una mujer joven y hermosa que tlene pacto con el diablo, vuela de noche y se transforma en pava o "Píaca".


Las brujas de la región tolimense viven en un claro del bosque, sobre una loma solitaria, limpia de vegetación; generalmente es un peñon calcáreo en un limpio de la llanura denominado "El Peñón de las brujas", "El peladero de las brujas" o "El alto de las brujas"


A altas horas de la noche para recibir órdenes de su jefe Lucifer, obtener en la entrevista las noticias que su profesión Ies exige, ya sean como hechiceras o como curanderas.


Las brujas del Tolima Grande no le causan la muerte a las personas, sus maldades van implicadas con la hechicería cuando se refiere a los males de amor o a la chísmografía entre vecinos y personas conocidas.

LA BRUJA DE AMBALEMA



Cuentan que en el caserío de Gramalotal, situado frente al poblado de Ambalema, río Magdalena de por medio, tenía su casa de campo una familia distinguida. A los treinta días de nacido el primogénito, empezó a notar en su cuerpo unos moradones que cada día cambiaban de lugar. Alarmada llamó a la mamá, quien al examinar las manchas, le dijo que eran chupones de bruja.
Impresionada la señora madre, emprendió camino para Ambalema, a comunicarle al Párroco que en esa época era el Padre Pompeyo. Este sacerdote era versado en el arte de capturar brujas y le entregó a la dama un cirio, una cinta y una porción de granos de mostaza, previamente bendecidos y con las instrucciones suficientes para coger a la malvada.


La señora regresó prontamente a la residencia del caserío y desde el atardecer instruyó a los moradores de ella, como también alistó todo en el cuarto de su hija. Desde las ocho de la noche prendió la cera y la tapó con una tinaja grande; regó la mostaza en el suelo y fabricó escondites para ella y sus espías.

Todos velaban. Sólo el pequeñín dormía. A eso de las once de la noche se oyó el vuelo y el aletazo del ave, luego el golpe fuerte al posarse sobre la cumbrera de la casa, que era de techo pajizo.
Al rato, el pajarraco caía al suelo de la habitación, donde más de una docena de ojos observaban en silencio y esperaban el desenlace.
La señora cuando vio que la pava se entretenía en recoger los granos, levantó la olla y el recinto quedó iluminado; luego con la cinta bendecida ató al animal que al instante se convirtió en una bella mujer desnuda. muy conocida en Paquiló. Todos salieron de sus escondites para agarrar a la bruja, mientras el ama de casa buscaba vestidos para cubrirla. Amos y criados permanecieron esperando el amanecer de un nuevo día para llevarla chupadora a Ambalema, bien amarrada ante la vista pública, como castigo y para escarmiento de sus camaradas. Fueron inútiles los ruegos, los perdones y las lágrimas de la "voladora" para que la soltaran.
El padre Pompeyo resolvió el caso secretamente, porque nunca más se volvió a saber de la joven bruja.
Como todo el caserío de Gramalotal y algunos vecinos de Ambalema conocieron el suceso, todavía existen personas que dan testimonio del acontecimiento.



LA LLORONA



Quienes la han visto dicen que es una mujer con la cara huesuda, cabellera revuelta y enlodada, ojos rojizos, vestidos suelos y deshilachados. Lleva entre sus brazos un bultico como de niño recién nacido, No hace mal a la gente, pero causan terror sus quejas y alaridos gritando a su hijo.

Las apariciones se verifican en lugares solitarios, desde las ocho de la noche, hasta las cinco de la mañana. Sus sitios preferidos son las quebradas, lagunas y charcos profundos, donde se oye el chapaleo y los ayes lastimeros. Se les aparece a los hombres infieles, a los perversos, a los borrachos, a los jugadores y en fin, a todo ser que ande urdiendo maldades.


Este mito es conocido en todas las regiones de Colombia y está generalizado en América, con la diferencia de que cada región tiene su leyenda propia.




LA MADREMONTE




Los campesinos y leñadores que la han visto, dicen que es una señora corpulenta, elegante, vestida de hojas frescas y musgo verde, con un sombrero alón, cubierto de hojas y plumas verdes. No se le puede apreciar el rostro porque la ramazón del sombrero la opacan.


Hay mucha gente que conoce sus gritos o bramidos en noches oscuras y de tempestad peligrosa.
En el llano limpio y habitado, con caminos frecuentados, nunca la han visto. Vive en sitios enmarañados, con árboles frondosos, alejada del ruido de la civilización, y en los bosques cálidos, con, animales dañinos.


Los campesinos cuentan que cuando la Madremonte se baña en las cabeceras de los ríos, éstos se enturbian, crecen, se desbordan, causan inundaciones, borrascas fuertes, que ocasionan daños espantosos.Castiga a los que invaden sus terrenos y pelean por linderos; a los perjuros, a los perversos, a los esposos infieles y a los vagabundos. Maldice con plagas y pústulas los ganados de los propietarios que usurpan terrenos ajenos o cortan los alambrados de los colindantes.


A los que andan en malos pasos, de pronto les hace ver una montaña inasequible e impenetrable, o una maraña de juncos o de arbustos difíciles de dar paso, borrándoles el camino y sintiendo un mareo del que no se despiertan sino después de unas horas, convenciéndose de no haber sido más que una alucinación, una vez que el camino que han trasegado ha sido el mismo.


Quienes la conocen, han oído sus rugidos o están convencidos de sus conjuros, siempre que van a emprender la ruta por lugares miedosos o cuajados de fronda, llevan escapularios o medallas benditas, bastón de guayacán o varas de cordoncillo; deben ir fumando, tabaco y llevar en el bolsillo unas pepas de cabalonga.




LA PATASOLA




Habita entre la maraña espesa de la selva virgen, en las cumbres de la cordillera, en los bosques solitarios o en los montes más espesos de la llanura. Con la única pata que tiene avanza con rapidez asombrosa. Es el endriago más temido por colonos, mineros, cazadores, caminantes, agricultores y leñadores.


Algunos aventureros dicen que es una mujer bellísima que los llama y los atrae para enamorarlos, pero avanza hacia la oscuridad del bosque a donde los va conduciendo con sus miradas lascivas, hasta transformarse en una mujer horrible con ojos de fuego, boca proporcionada de donde asoman unos dientes de felino, y una cabellera corta, despeinada que cae sobre el rostro para ocultar su fealdad.


Cuentan los cazadores, que lo que más temen ellos, es el poder que tiene de metamorfosearse y por lo tanto los daños que les causa el engaño que les hace con la pezuña, porque a veces deja el rastro de vaca y otras de oso.Persigue a los caminantes y cazadores que penetren a sus predios, a los mineros que tengan muchas herramientas, porque odia el hacha, la peinilla o el machete. Castiga a los agricultores mandándoles ¬vendavales para destrozar sus plantíos, y más si son de maíz.




EL MOHAN O POIRA



Este es el más importante entre los mitos del Tolima Grande. En algunas regiones le dicen Poira; para algunos es una divinidad acuática, para otros es un espíritu maléfico que causa muchos daños imperdonables.Dicen, que es un personaje monstruoso, cubierto de pelaje abundante, que más parece que estuviera envuelto en una larga cabellera; tiene manos grandes, con uñas largas y afiladas como las de una fiera.


La diversidad de leyendas que se cuentan sobre las hazañas o artificios como actúa, constituyen una riqueza folclórica para esta tierra tolimense.Los pescadores lo califican de travieso, andariego, aventurero, brujo y libertino. Se quejan de hacerles zozobrar sus embarcaciones, de raptarles los mejores bogas, de robarles las carnadas y los anzuelos; dicen que les enreda las redes da pescar; les ahuyenta los peces, castiga a los hombres que no oyen misa y trabajan en día de precepto, llevándoselos a las insondables cavernas que posee en el fondo de los grandes ríos.


Las lavanderas le dicen monstruo, enamorado, perseguidor de muchachas, músico, hipnotizador, embaucador y feroz. Cuentan y no acaban las hazañas más irreales y fabulosas.Sobre su aspecto físico, varían las opiniones según el lugar donde habita. En la región del sur del Magdalena, comprendida entre los ríos Patá y Saldaña, con quebradas, moyas y lagunas de Natagaima, Prado y Coyaima, hasta la confluencia de Hilarco, como límite con Purificación, los ribereños le tienen un pánico atroz por¬que se les presenta como una fiera negra, de ojos centelleantes, traicionero y receloso. Siempre que lo veían, su fantasmal aparición era indicio de males mayores como inundaciones, terremotos, pestes, etc.


Poseía un palacio subterráneo, tapizado todo de oro, donde acumulaba muchas piedras preciosas y abundantes tesoros; hacía las veces de centinela, por eso no le quedaba tiempo para enamorar.




EL SOMBRERON




Es un mito folklórico del Gran Tolima que aparece como un ser infernal que lleva un sombrero gigante que abarca desde la cabeza hasta las pantorrillas.

También aparece con un enorme sombrero y un vestido negro, con un habito de misterio.

Dicen los campesinos que el Sombrerón alcanza a los borrachos por las noches y les dice: ‘’si te alcanzo, te lo pongo’’, lo cual infunde terror a los caminantes.

El Sombrerón gusta de los jovencitos que empiezan a fumar; por ello los persigue con frecuencia.

Cuando es encontrado en el camino El Sombrerón no habla, ni contesta preguntas; solamente camina, pasa y sigue.

En Antioquia lo han visto como un jinete en una noche negra con un gran sombrero y ruana negra. Lleva gruesas cadenas y dos perros enormes. A su paso siguen fuertes vientos y huracanes.




EL TUNJO





El Tunjo es un muñeco de oro. Tal vez fueron estos pequeños ídolos simbólicos o divinos de los pijaos; tal vez fueron dioses o simplemente ofrendas religiosas consagradas a paganos dioses o a sus caciques.

No sé por qué se le atribuyó la leyenda de un fantasma que anda errante, buscando protección, alimento y cobijo por lo cual premiaba a su protector con el fruto de una gradual fortuna.

Se presenta en la forma de un bebé inofensivo, llorando, a la vera del camino, en los grandes caminos reales, en el cruce de un bosque o de una quebrada, en las inmediaciones de unas ruinas o casas abandonadas, a la orilla de las cachaqueras o de los ríos.



El Tunjo, después de todo, no hace más que asustar a las víctimas, al parecer inconscientemente, pues según se entendía él sólo buscaba, como antes he dicho, a un protector que lo cuidara y mantuviera, para él, a su vez, hacerlo rico.



Naturalmente para que el escogido tuviera derecho a esa oportunidad de enriquecerse tenía que soportar alguna prueba, y el caso era que el niño se presentaba llorando desconsoladamente a la orilla del camino, tirado en el suelo precisamente cerca de donde ha de pasar el solitario viajero a quien ha de aparecérsele.


Si la persona pasa de largo el niño lo alcanza y si va de a caballo se le monta en la grupa, dándole así el susto consiguiente y del cual no puede librarse sino corriendo desesperadamente o rezando.




LA CANDILEJA



La Candileja es una bola ígnea de tres hachones o luminarias, con brazos como tentáculos chisporroteantes de un rojo candela, que produce ruido de tiestos rotos.

Es admirable ver cómo persigue a los borrachos, a los infieles y a los padres irresponsables y blandengues. A los viajeros que transitan en horas avanzadas de la noche, por asustarlos, les cae sobre el anca o el cuello de la bestia y algunas veces se aparece chorreando sangre.

La Leyenda

Nuestros progenitores decían que hace muchísimos años había una anciana que tenia dos nietos a quienes consentía demasiado, tolerándoles hasta las más extrañas ocurrencias, groserías y desenfrenos. Las infantiles ocurrencias llegaron hasta exigirle a la viejita que hiciera el papel de bestia de carga para ensillarla y luego montarla entre los dos; la abuela accedió en el acto para felicidad de sus dos nietos, quienes anduvieron por toda la casa como sobre el más, manso cuadrúpedo.

Cuando murió la anciana, San Pedro la recriminó por la falta de rigidez en la educación de sus dos pimpollos y la condenó a purgar sus penas en este mundo entre tres llamaradas de candela, que significan: el cuerpo de la anciana y el de los dos nietos.

Los abuelos y tatarabuelos, en los hogares de familia numerosa puede que para escarmiento o como lección moral a sus hijos, repetían esta leyenda con frecuencia, que era el embeleso de las personas mayores y el temor de los pequeños.
Algunos campesinos han llegado a confundir su luz con la de las guacas, aunque los bien conocedores dicen que la luz de la Candileja es roja, mientras que la de las guacas es de un amarillo opalino con tintes pronunciados de azul añil.




LA MADRE DE AGUA




Cuentan los ribereños, los pescadores, los bogas y vecinos de los grandes ríos, quebradas y lagunas, que los niños predispuestos al embrujo de la madre de agua, siempre sueñan o deliran con una niña bella y rubia que los llama y los invita a una paraje tapizado de flores y un palacio con muchas escalinatas, adornado con oro y piedras preciosas.

En la época de la Conquista, en que la ambición de los colonizadores no solo consistía en fundar poblaciones sino en descubrir y someter tribus indígenas para apoderarse de sus riquezas, salió de Santa Fe una expedición rumbo al río Magdalena. Los indios guías descubrieron un poblado, cuyo cacique era una joven fornido, hermoso, arrogante y valiente, a quien los soldados capturaron con malos tratos y luego fue conducido ante el conquistador. Este lo abrumó a preguntas que el indio se negó a contestar, no sólo por no entender español, sino por la ira que lo devoraba.

El capitán en actitud altiva y soberbia, para castigar el comportamiento del nativo ordenó amarrarlo y azotarlo hasta que confesara dónde guardaba las riquezas de su tribu, mientras tanto iría a preparar una correría por los alrededores del sector. La hija del avaro castellano estaba observando desde las ventanas de sus habitaciones con ojos de admiración y amor contemplando a aquel coloso, prototipo de una raza fuerte, valerosa y noble.

Tan pronto salió su padre, fue a rogar enternecida al verdugo para que cesara el cruel tormento y lo pusieran en libertad. Esa súplica, que no era una orden, no podía aceptarla el vil soldado porque conocía perfectamente el carácter enérgico, intransigente e irascible de su superior, más sin embargo no pudo negarse al ruego dulce y lastimero de esa niña encantadora.

La joven española de unos quince años, de ojos azules, ostentaba una larga cabellera dorada, que más parecía una capa de artiseda amarilla por la finura de su pelo. La belladama miraba ansiosamente al joven cacique, fascinada por la estructura hercúlea de aquel ejemplar semisalvaje.

Cuando quedó libre, ella se acercó. Con dulzura de mujer enamorada lo atrajo y se fue a acompañarlo por el sendero, iternándose entre la espesura del bosque. El aturdido indio no entendía aquel trato, al verla tan cerca, él se miro en sus ojos, azules como el cielo que los cobijaba, tranquilos como el agua de sus pocetas, puros como la florecillas de su huerta.

Ya lejos de las miradas de su padre lo detuvo y allí lo besó apacionadamente. Conmovida y animosa le manifestó su afecto diciéndole: !Huyamos!, llévame contigo, quiero ser tuya.

El lastimado mancebo atraído por la belleza angelical, rara entre su raza, accedió, la alzó intrépido, corrió, cruzo el río con su amorosa carga y se refugió en el bohío de otro indio amigo suyo, quien la acogió fraternalmente, le suministro materiales para la construcción de su choza y les proporcionó alimentos. Allí vivieron felices y tranquilos. La llegada del primogénito les ocasionó más alegría.

Una india vecina, conocedora del secreto de la joven pareja y sintiéndose desdeñada por el indio, optó por vengarse: escapó a la fortaleza a informar al conquistador el paradero de su hija. Excitado y violento el capitán, corrió al sitio indicado por la envidiosa mujer a desfogar su ira como veneno mortal. Ordenó a los soldados amarrarlos al tronco de un caracolí de la orilla del río. Entretanto, el niño le era arrebatado brutalmente de los brazos de su tierna madre.

El abuelo le decía al pequeñín: "morirás indio inmundo, no quiero descendientes que manchen mi nobleza, tu no eres de mi estirpe, furioso se lo entregó a un soldado para que lo arrojase a la corriente, ante las miradas desorbitadas de sus martirizados padres, quienes hacían esfuerzos sobrehumanos de soltarse y lanzarse al caudal inmenso a rescatar a su hijo, pero todo fue inútil.

Vino luego el martirio del conquistador para atormentar a su hija, humillarla y llevarla sumisa a la fortaleza. El indio fue decapitado ante su joven consorte quien gritaba lastimeramente. Por último la dejaron libre a ella, pero, enloquecida y desesperada por la pérdida de sus dos amores, llamando a su hijo, se lanzo a la corriente y se ahogó.

La leyenda cuenta que en las noches tranquilas y estrelladas se oye una canción de arrullo tierna y delicada, tal parece que surgiera de las aguas, o se deslizara el aura cantarina sobre las  espumas del cristall.

La linda rubia que sigue buscando a su querido hijo por los siglos de los siglos, es la MADRE DEL AGUA. La diosa o divinidad de las aguas; o el alma atormentada de aquella madre que no ha logrado encontrar el fruto de su amor.

Por eso, cuando la desesperación llega hasta el extremo, la iracunda diosa sube hasta la fuente de su poderío, hace temblar las montañas, se enlodan las corrientes tornándolas putrefactas y ocasionando pústulas a quienes se bañen en aquellas aguas envenenadas.




LA MUELONA




Es un endriago, vespertino del llano y la cordillera. Las horas preferidas para salir a los caminos son de las seis de la tarde a las nueve de la noche.


Dicen que es una mujer bonita de largos cabellos, ojos electrizantes, una dentadura como de fiera que destroza fácilmente lo mismo aun ser humano que a una vaca o un caballo. Como la dentadura la exhibe siempre, parece que estuviera continuamente riéndose. Prorrumpe unas carcajadas estridentes y destempladas, haciendo estremecer la zona donde se halle.
Las gentes ya sean del pueblo o del campo le tienen un pánico desmedido, porque a los caminantes se les aparece en un recodo del sendero, o contra los troncos de los árboles añosos, a la manera de una mujer muy atractiva y seductora, pero que al estar unidos en estrecho abrazo, los tritura ferozmente. 





EL FRAILE





Entre las expediciones que mandaban de Santa Fé, al mando de capitanes y soldados a civilizar estos territorios, muchos eran crueles y arrasaban las sementeras e incendiaban los bohíos de los pobres indios. Sólo cuando venían sacerdotes para administrar los Santos Sacramentos y oficiar la Santa Misa, estos se hacían acompañar por capuchinos o legos para que se entendieran con la ardua tarea de evangelizar. En una de estas comisiones venia un fraile, que gustaba más del juego que comer o que enseñar la doctrina.


Hacia la orilla del río Magdalena donde hoy se levanta el majestuoso puente, construyeron unas chozas llamadas "Elbas" y era el sitio preferido por los tahúres. Las casas reales o viviendas de los colonizadores quedaban en El Alto, cerca a la iglesia, que en aquella época era de bahareque.


El "lego" de mi cuento se bajaba todas las noches a las Elbas, a entretenerse en el "juego". El capellán ya habla advertido sus andanzas por las cuales lo sermoneaba constantemente, pero nada había valido.
A tanto llegó su descaro, que una noche no habiendo logrado ganar ni una "lupia", apostó el hábito. Como lo perdió, su contendor, ciego de la ira, con arma en mano, lo obligaba a que se despojara de él. El pobre religioso, rojo de furor le rogaba que lo acompañara al campamento, para allí cambiarse y entregárselo. El soldado no accedió, por lo tanto el frailuno le propuso entregárselo en un sitio apartado y solitario, a fin de no hacer público tan vergonzoso caso. Por fin atendió la súplica y se encaminaron por la orilla del río, hacia el sur, por una senda sembrada de guaduales. Cuando llegaron a la zanja de una quebrada, el apóstol se desvistió y entregó el burdo sayalete quedando sólo en interiores, para no salir jamás del monte por no confesar su pecado.


El soldado de regreso, riéndose de la pobre situación del capuchino, llegó jactancioso donde sus compañeros de crápula, a burlarse y celebrar con licor su hazaña. Ya borracho el ganador, salió a la orilla del rió y exclamó en voz alta: "¿Para qué quiero yo estos costales sucios y burdos?. ¡Que se los lleve la corriente...!" Y los arrojó a las tranquilas aguas, en medio de las risotadas de los espectadores.


- ¿Abuelito, y el Fraile se murió?
- Dicen que allí murió de hambre. Lo buscaron por otros sitios, pero a nadie se le ocurrió ir hacia aquel zanjón. Lo cierto es, que a quienes madrugan o pasan a media noche, se aparece en actitud indecisa, como buscando dónde esconderse, para luego ocultares con presteza.
Este es más o menos el relato que me hizo el abuelito. ¿Le agradó?
- ¡Muchísimo!. Lo que me intriga es saber si la quebradita o el zanjón existen.
- El lecho todavía existe. Claro que como ese monte se taló, ya no arrastra bastante caudal de agua, sino en invierno. La quebradita se halla en tierras de la hacienda San Francisco y le pusieron el nombre de El Fraile, por el espanto en aquel lugar.
Me tenía en tensión con su relato.
- ¿Verdad que es algo raro?
- En esto de mitos y leyendas nada os raro. Además, en aquel tiempo las costumbres eran diferentes.
- Eso es verdad.
- La invito para la próxima entrevista.
- Tendré el mayor placer.





EL MANDINGAS





Quiénes no han exclamado: .. ¡ Este muchacho es el puro mandingas!

Este vocablo se usa comúnmente en todos los estratos sociales.

Representa a Satanás y es conocido como "el Biruñas", "La co­ sa mala". "El Maligno". "El Patas" y el "Diablo". ..'

Cuando un hombre es feo. se le dice: "Parece el propio "man­ dingas"

Cuando se quiere asustar un niño para que no se ausente de la casa, se le dice: "Si te vas, te llevará el Mandingas".

Las anécdotas, fábulas, cachos y cuentos que relatan sobre el "mandingas" abundan por doquier.

Muchos dicen que lo han visto tarde la noche, de a caballo a la manera de un potente hacendado fumándose un tabaco gigante. En otras ocasiones es un, hombre buen mozo, simpático, atractivo y chistoso. En las casas de juego es el tahúr que nunca pierde y se las sabe todas.

Con los codiciosos, es el rico benefactor que les pinta halagado­ras ganancias y a media noche les llena las arcas con pesadas bolsas de oro.