MITOS Y LEYENDAS DEL TOLIMA
MITOS Y LEYENDAS DEL TOLIMA
EL CAZADOR
Esta leyenda está más acentuada en la región
montáñosa, aun que el hecho tuvo lugar a la orilla del río Grande, pero
trancendió la cordillera hasta que la montaña lo albergó en su seno.
Vivía en tiempos de la Colonia un hombre cuya
entretención y oficio cotidiano era la "cacería". Para él no había
fiestas profanas ni religiosas; no había reunión de amigos ni paseos; nada le
entretenía tanto como salir a "cazar" venados al toque de la oración,
en los bosquecillos aledaños; borugos a la orilla del río por entre los
guaduales; los guacos, chorolas, guacharacas y chilacoas por los montes
cercanos a los pantanos, ciénagas y lagunas. El producto de la cacería
constituía el sustento de la familia y su único negocio.
En aquel caserío tenían una capilla donde
celebraban las ceremonias más solemnes del calendario religioso. Tenía unas
ventanas bajas y anchas que dejaban ver el panorama y para que el aire fuera el
purificador del ambiente en las grandes festividades.
Llegó la celebración de la Semana Santa. Los
fieles apretujados llenaban la capilla, oyendo con atención el sermón de
"las siete palabras". Los feligreses estaban conmovidos. Reinaba el
silencio ... apenas se percibían los sollozos de los pecadores arrepentidos y
los golpes de pecho.
Allí estaba el cazador, en actitud reverente,
uniendo sus plegarias a las del Ministro de Dios, que en elocución persuasiva y
laudatoria hacía inclinar las cabezas respetuosamente.
De pronto, como tentación satánica, entró un
airecillo que le hizo levantar la cabeza y mirar hacia la ventana. Por ella
vio, pastando en el prado, un venado manso y hermoso. Que maravilla! Esto era
como un regalo del cielo! estaba a su alcance ... apocos pasos de distancia.
Rápido salió por entre la multitud en dirección a su cabaña.
Fue tanta la emoción del hallazgo que no se
acordó del momento grandioso que significa para los cristianos el día de Viernes
Santo. Tampoco se fijó en el momento sagrado de la pasión de Cristo. Salió con
su escopeta y su perro en busca de la presa. Ya el animal había avanzado unas
cuadras hacia el manantial. El cervatillo al verse acosado paró las orejas y se
quedó inmóvil, como esperando la actitud del hombre. este al verlo plantado le
disparó, pero en ese mismo instante el animal huyo.
Perro y amo siguieron las pistas, lo alcanzaron
y, al dispararle de nuevo, se realizaba el mismo truco. El afiebrado cazador no
medía ni el tiempo, ni la distancia. Seguía ... seguía ... cruzaba llanos,
montañas, cañadas, colinas, despeñaderos, riscos y sierras. Llegó por fin a la
montaña cuando las tinieblas de la noche dominaban la tierra.
La montaña abrió sus fauces horripilantes ..! El
cazador penetró ... y nunca más volvió a salir de ella. Dicen que la montaña lo
devoró.
LAS BRUJAS
La bruja tolimense es única, absoluta, original.
.Sobre las brujas abundan "los cachos" en la ciudad, pueblos y
veredas, la bruja tolimense es totalmente diferente a la europea, diferencias
son notoriamente conocidas: no es la vieja flaca y desdentada, no usa sombrero
ni cucurucho, ni cabalga sobre una escoba, tampoco celebra el aquelarre.
La bruja tolimenseles una mujer joven y hermosa
que tlene pacto con el diablo, vuela de noche y se transforma en pava o "Píaca".
Las brujas de la región tolimense viven en un
claro del bosque, sobre una loma solitaria, limpia de vegetación; generalmente
es un peñon calcáreo en un limpio de la llanura denominado "El Peñón de
las brujas", "El peladero de las brujas" o "El alto de las
brujas"
A altas horas de la noche para recibir órdenes de
su jefe Lucifer, obtener en la entrevista las noticias que su profesión Ies
exige, ya sean como hechiceras o como curanderas.
Las brujas del Tolima Grande no le causan la
muerte a las personas, sus maldades van implicadas con la hechicería cuando se
refiere a los males de amor o a la chísmografía entre vecinos y personas
conocidas.
LA BRUJA DE AMBALEMA
Cuentan que en el caserío de Gramalotal, situado frente al poblado
de Ambalema, río Magdalena de por medio, tenía su casa de campo una familia
distinguida. A los treinta días de nacido el primogénito, empezó a notar en
su cuerpo unos moradones que cada día cambiaban de lugar. Alarmada llamó a la
mamá, quien al examinar las manchas, le dijo que eran chupones de bruja.
Impresionada la señora madre, emprendió camino para Ambalema, a
comunicarle al Párroco que en esa época era el Padre Pompeyo. Este sacerdote
era versado en el arte de capturar brujas y le entregó a la dama un cirio,
una cinta y una porción de granos de mostaza, previamente bendecidos y con
las instrucciones suficientes para coger a la malvada.
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La
señora regresó prontamente a la residencia del caserío y desde el atardecer
instruyó a los moradores de ella, como también alistó todo en el cuarto de su
hija. Desde las ocho de la noche prendió la cera y la tapó con una tinaja
grande; regó la mostaza en el suelo y fabricó escondites para ella y sus espías.
Todos velaban. Sólo el pequeñín dormía. A eso de las once de la noche se oyó el vuelo y el aletazo del ave, luego el golpe fuerte al posarse sobre la cumbrera de la casa, que era de techo pajizo.
Al rato, el pajarraco caía al suelo de la habitación, donde más de una docena de ojos observaban en silencio y esperaban el desenlace.
La señora cuando vio que la pava se entretenía en recoger los granos, levantó la olla y el recinto quedó iluminado; luego con la cinta bendecida ató al animal que al instante se convirtió en una bella mujer desnuda. muy conocida en Paquiló. Todos salieron de sus escondites para agarrar a la bruja, mientras el ama de casa buscaba vestidos para cubrirla. Amos y criados permanecieron esperando el amanecer de un nuevo día para llevarla chupadora a Ambalema, bien amarrada ante la vista pública, como castigo y para escarmiento de sus camaradas. Fueron inútiles los ruegos, los perdones y las lágrimas de la "voladora" para que la soltaran.
El padre Pompeyo resolvió el caso secretamente, porque nunca más se volvió a saber de la joven bruja.
Como todo el caserío de Gramalotal y algunos vecinos de Ambalema conocieron el suceso, todavía existen personas que dan testimonio del acontecimiento.
LA LLORONA
Quienes la han visto dicen que es una mujer con
la cara huesuda, cabellera revuelta y enlodada, ojos rojizos, vestidos suelos y
deshilachados. Lleva entre sus brazos un bultico como de niño recién nacido, No
hace mal a la gente, pero causan terror sus quejas y alaridos gritando a su
hijo.
Las apariciones se verifican en lugares
solitarios, desde las ocho de la noche, hasta las cinco de la mañana. Sus
sitios preferidos son las quebradas, lagunas y charcos profundos, donde se oye
el chapaleo y los ayes lastimeros. Se les aparece a los hombres infieles, a los
perversos, a los borrachos, a los jugadores y en fin, a todo ser que ande
urdiendo maldades.
Este mito es conocido en todas las regiones de
Colombia y está generalizado en América, con la diferencia de que cada región
tiene su leyenda propia.
LA MADREMONTE
Los campesinos y leñadores que la han visto,
dicen que es una señora corpulenta, elegante, vestida de hojas frescas y musgo
verde, con un sombrero alón, cubierto de hojas y plumas verdes. No se le puede
apreciar el rostro porque la ramazón del sombrero la opacan.
Hay mucha gente que conoce sus gritos o bramidos
en noches oscuras y de tempestad peligrosa.
En el llano limpio y habitado, con caminos
frecuentados, nunca la han visto. Vive en sitios enmarañados, con árboles
frondosos, alejada del ruido de la civilización, y en los bosques cálidos, con,
animales dañinos.
Los campesinos cuentan que cuando la Madremonte
se baña en las cabeceras de los ríos, éstos se enturbian, crecen, se desbordan,
causan inundaciones, borrascas fuertes, que ocasionan daños espantosos.Castiga
a los que invaden sus terrenos y pelean por linderos; a los perjuros, a los perversos,
a los esposos infieles y a los vagabundos. Maldice con plagas y pústulas los
ganados de los propietarios que usurpan terrenos ajenos o cortan los alambrados
de los colindantes.
A los que andan en malos pasos, de pronto les
hace ver una montaña inasequible e impenetrable, o una maraña de juncos o de
arbustos difíciles de dar paso, borrándoles el camino y sintiendo un mareo del
que no se despiertan sino después de unas horas, convenciéndose de no haber
sido más que una alucinación, una vez que el camino que han trasegado ha sido
el mismo.
Quienes la conocen, han oído sus rugidos o están
convencidos de sus conjuros, siempre que van a emprender la ruta por lugares
miedosos o cuajados de fronda, llevan escapularios o medallas benditas, bastón
de guayacán o varas de cordoncillo; deben ir fumando, tabaco y llevar en el
bolsillo unas pepas de cabalonga.
LA PATASOLA
Habita entre la maraña espesa de la selva virgen,
en las cumbres de la cordillera, en los bosques solitarios o en los montes más
espesos de la llanura. Con la única pata que tiene avanza con rapidez
asombrosa. Es el endriago más temido por colonos, mineros, cazadores,
caminantes, agricultores y leñadores.
Algunos aventureros dicen que es una mujer
bellísima que los llama y los atrae para enamorarlos, pero avanza hacia la
oscuridad del bosque a donde los va conduciendo con sus miradas lascivas, hasta
transformarse en una mujer horrible con ojos de fuego, boca proporcionada de
donde asoman unos dientes de felino, y una cabellera corta, despeinada que cae
sobre el rostro para ocultar su fealdad.
Cuentan
los cazadores, que lo que más temen ellos, es el poder que tiene de
metamorfosearse y por lo tanto los daños que les causa el engaño que les hace
con la pezuña, porque a veces deja el rastro de vaca y otras de oso.Persigue a
los caminantes y cazadores que penetren a sus predios, a los mineros que tengan
muchas herramientas, porque odia el hacha, la peinilla o el machete. Castiga a
los agricultores mandándoles ¬vendavales para destrozar sus plantíos, y más si
son de maíz.
EL MOHAN O POIRA
Este es el más importante entre los mitos del
Tolima Grande. En algunas regiones le dicen Poira; para algunos es una
divinidad acuática, para otros es un espíritu maléfico que causa muchos daños
imperdonables.Dicen, que es un personaje monstruoso, cubierto de pelaje
abundante, que más parece que estuviera envuelto en una larga cabellera; tiene
manos grandes, con uñas largas y afiladas como las de una fiera.
La diversidad de leyendas que se cuentan sobre
las hazañas o artificios como actúa, constituyen una riqueza folclórica para
esta tierra tolimense.Los pescadores lo califican de travieso, andariego,
aventurero, brujo y libertino. Se quejan de hacerles zozobrar sus
embarcaciones, de raptarles los mejores bogas, de robarles las carnadas y los
anzuelos; dicen que les enreda las redes da pescar; les ahuyenta los peces, castiga
a los hombres que no oyen misa y trabajan en día de precepto, llevándoselos a
las insondables cavernas que posee en el fondo de los grandes ríos.
Las lavanderas le dicen monstruo, enamorado,
perseguidor de muchachas, músico, hipnotizador, embaucador y feroz. Cuentan y
no acaban las hazañas más irreales y fabulosas.Sobre su aspecto físico, varían
las opiniones según el lugar donde habita. En la región del sur del Magdalena,
comprendida entre los ríos Patá y Saldaña, con quebradas, moyas y lagunas de Natagaima,
Prado y Coyaima, hasta la confluencia de Hilarco, como límite con Purificación,
los ribereños le tienen un pánico atroz por¬que se les presenta como una fiera
negra, de ojos centelleantes, traicionero y receloso. Siempre que lo veían, su
fantasmal aparición era indicio de males mayores como inundaciones, terremotos,
pestes, etc.
Poseía un
palacio subterráneo, tapizado todo de oro, donde acumulaba muchas piedras
preciosas y abundantes tesoros; hacía las veces de centinela, por eso no le
quedaba tiempo para enamorar.
EL SOMBRERON
Es un mito folklórico del Gran Tolima que
aparece como un ser infernal que lleva un sombrero gigante que abarca desde la
cabeza hasta las pantorrillas.
También aparece con un enorme sombrero y un
vestido negro, con un habito de misterio.
Dicen los campesinos que el Sombrerón alcanza a
los borrachos por las noches y les dice: ‘’si te alcanzo, te lo pongo’’, lo
cual infunde terror a los caminantes.
El Sombrerón gusta de los jovencitos que empiezan
a fumar; por ello los persigue con frecuencia.
Cuando es encontrado en el camino El Sombrerón no
habla, ni contesta preguntas; solamente camina, pasa y sigue.
En Antioquia lo han visto como un jinete en una
noche negra con un gran sombrero y ruana negra. Lleva gruesas cadenas y dos
perros enormes. A su paso siguen fuertes vientos y huracanes.
EL TUNJO
El Tunjo es un muñeco de oro. Tal vez fueron
estos pequeños ídolos simbólicos o divinos de los pijaos; tal vez fueron dioses
o simplemente ofrendas religiosas consagradas a paganos dioses o a sus
caciques.
No sé por qué se le atribuyó la leyenda de un
fantasma que anda errante, buscando protección, alimento y cobijo por lo cual
premiaba a su protector con el fruto de una gradual fortuna.
Se presenta en la forma de un bebé inofensivo,
llorando, a la vera del camino, en los grandes caminos reales, en el cruce de
un bosque o de una quebrada, en las inmediaciones de unas ruinas o casas
abandonadas, a la orilla de las cachaqueras o de los ríos.
El Tunjo, después de todo, no hace más que
asustar a las víctimas, al parecer inconscientemente, pues según se entendía él
sólo buscaba, como antes he dicho, a un protector que lo cuidara y mantuviera,
para él, a su vez, hacerlo rico.
Naturalmente para que el escogido tuviera derecho
a esa oportunidad de enriquecerse tenía que soportar alguna prueba, y el caso
era que el niño se presentaba llorando desconsoladamente a la orilla del
camino, tirado en el suelo precisamente cerca de donde ha de pasar el solitario
viajero a quien ha de aparecérsele.
Si la persona pasa de largo el niño lo alcanza y
si va de a caballo se le monta en la grupa, dándole así el susto consiguiente y
del cual no puede librarse sino corriendo desesperadamente o rezando.
LA CANDILEJA
La Candileja es una bola ígnea de tres hachones o luminarias,
con brazos como tentáculos chisporroteantes de un rojo candela, que produce
ruido de tiestos rotos.
Es admirable ver cómo persigue a los borrachos, a los
infieles y a los padres irresponsables y blandengues. A los viajeros que
transitan en horas avanzadas de la noche, por asustarlos, les cae sobre el anca
o el cuello de la bestia y algunas veces se aparece chorreando sangre.
La Leyenda
Nuestros progenitores decían que hace muchísimos años había
una anciana que tenia dos nietos a quienes consentía demasiado, tolerándoles
hasta las más extrañas ocurrencias, groserías y desenfrenos. Las infantiles
ocurrencias llegaron hasta exigirle a la viejita que hiciera el papel de bestia
de carga para ensillarla y luego montarla entre los dos; la abuela accedió en
el acto para felicidad de sus dos nietos, quienes anduvieron por toda la casa
como sobre el más, manso cuadrúpedo.
Cuando murió la anciana, San Pedro la recriminó por la falta
de rigidez en la educación de sus dos pimpollos y la condenó a purgar sus penas
en este mundo entre tres llamaradas de candela, que significan: el cuerpo de la
anciana y el de los dos nietos.
Los abuelos y tatarabuelos, en los hogares de familia
numerosa puede que para escarmiento o como lección moral a sus hijos, repetían
esta leyenda con frecuencia, que era el embeleso de las personas mayores y el
temor de los pequeños.
Algunos campesinos han llegado a confundir su luz con la de
las guacas, aunque los bien conocedores dicen que la luz de la Candileja es
roja, mientras que la de las guacas es de un amarillo opalino con tintes
pronunciados de azul añil.
LA MADRE DE AGUA
Cuentan los ribereños, los pescadores, los bogas y vecinos de los grandes ríos, quebradas y lagunas, que los niños predispuestos al embrujo de la madre de agua, siempre sueñan o deliran con una niña bella y rubia que los llama y los invita a una paraje tapizado de flores y un palacio con muchas escalinatas, adornado con oro y piedras preciosas.
En la época de la Conquista, en que la ambición de los colonizadores no solo consistía en fundar poblaciones sino en descubrir y someter tribus indígenas para apoderarse de sus riquezas, salió de Santa Fe una expedición rumbo al río Magdalena. Los indios guías descubrieron un poblado, cuyo cacique era una joven fornido, hermoso, arrogante y valiente, a quien los soldados capturaron con malos tratos y luego fue conducido ante el conquistador. Este lo abrumó a preguntas que el indio se negó a contestar, no sólo por no entender español, sino por la ira que lo devoraba.
El capitán en actitud altiva y soberbia, para castigar el comportamiento del nativo ordenó amarrarlo y azotarlo hasta que confesara dónde guardaba las riquezas de su tribu, mientras tanto iría a preparar una correría por los alrededores del sector. La hija del avaro castellano estaba observando desde las ventanas de sus habitaciones con ojos de admiración y amor contemplando a aquel coloso, prototipo de una raza fuerte, valerosa y noble.
Tan pronto salió su padre, fue a rogar enternecida al verdugo para que cesara el cruel tormento y lo pusieran en libertad. Esa súplica, que no era una orden, no podía aceptarla el vil soldado porque conocía perfectamente el carácter enérgico, intransigente e irascible de su superior, más sin embargo no pudo negarse al ruego dulce y lastimero de esa niña encantadora.
La joven española de unos quince años, de ojos azules, ostentaba una larga cabellera dorada, que más parecía una capa de artiseda amarilla por la finura de su pelo. La belladama miraba ansiosamente al joven cacique, fascinada por la estructura hercúlea de aquel ejemplar semisalvaje.
Cuando quedó libre, ella se acercó. Con dulzura de mujer enamorada lo atrajo y se fue a acompañarlo por el sendero, iternándose entre la espesura del bosque. El aturdido indio no entendía aquel trato, al verla tan cerca, él se miro en sus ojos, azules como el cielo que los cobijaba, tranquilos como el agua de sus pocetas, puros como la florecillas de su huerta.
Ya lejos de las miradas de su padre lo detuvo y allí lo besó apacionadamente. Conmovida y animosa le manifestó su afecto diciéndole: !Huyamos!, llévame contigo, quiero ser tuya.
El lastimado mancebo atraído por la belleza angelical, rara entre su raza, accedió, la alzó intrépido, corrió, cruzo el río con su amorosa carga y se refugió en el bohío de otro indio amigo suyo, quien la acogió fraternalmente, le suministro materiales para la construcción de su choza y les proporcionó alimentos. Allí vivieron felices y tranquilos. La llegada del primogénito les ocasionó más alegría.
Una india vecina, conocedora del secreto de la joven pareja y sintiéndose desdeñada por el indio, optó por vengarse: escapó a la fortaleza a informar al conquistador el paradero de su hija. Excitado y violento el capitán, corrió al sitio indicado por la envidiosa mujer a desfogar su ira como veneno mortal. Ordenó a los soldados amarrarlos al tronco de un caracolí de la orilla del río. Entretanto, el niño le era arrebatado brutalmente de los brazos de su tierna madre.
El abuelo le decía al pequeñín: "morirás indio inmundo, no quiero descendientes que manchen mi nobleza, tu no eres de mi estirpe, furioso se lo entregó a un soldado para que lo arrojase a la corriente, ante las miradas desorbitadas de sus martirizados padres, quienes hacían esfuerzos sobrehumanos de soltarse y lanzarse al caudal inmenso a rescatar a su hijo, pero todo fue inútil.
Vino luego el martirio del conquistador para atormentar a su hija, humillarla y llevarla sumisa a la fortaleza. El indio fue decapitado ante su joven consorte quien gritaba lastimeramente. Por último la dejaron libre a ella, pero, enloquecida y desesperada por la pérdida de sus dos amores, llamando a su hijo, se lanzo a la corriente y se ahogó.
La leyenda cuenta que en las noches tranquilas y estrelladas se oye una canción de arrullo tierna y delicada, tal parece que surgiera de las aguas, o se deslizara el aura cantarina sobre las espumas del cristall.
La linda rubia que sigue buscando a su querido hijo por los siglos de los siglos, es la MADRE DEL AGUA. La diosa o divinidad de las aguas; o el alma atormentada de aquella madre que no ha logrado encontrar el fruto de su amor.
Por eso, cuando la desesperación llega hasta el extremo, la iracunda diosa sube hasta la fuente de su poderío, hace temblar las montañas, se enlodan las corrientes tornándolas putrefactas y ocasionando pústulas a quienes se bañen en aquellas aguas envenenadas.
LA MUELONA
Es un endriago,
vespertino del llano y la cordillera. Las horas preferidas para salir a los
caminos son de las seis de la tarde a las nueve de la noche.
Dicen que es una
mujer bonita de largos cabellos, ojos electrizantes, una dentadura como de
fiera que destroza fácilmente lo mismo aun ser humano que a una vaca o un
caballo. Como la dentadura la exhibe siempre, parece que estuviera
continuamente riéndose. Prorrumpe unas carcajadas estridentes y destempladas,
haciendo estremecer la zona donde se halle.
Las gentes ya sean
del pueblo o del campo le tienen un pánico desmedido, porque a los caminantes
se les aparece en un recodo del sendero, o contra los troncos de los árboles
añosos, a la manera de una mujer muy atractiva y seductora, pero que al estar
unidos en estrecho abrazo, los tritura ferozmente.
EL FRAILE
EL MANDINGAS
Con los codiciosos, es el rico benefactor que les
pinta halagadoras ganancias y a media noche les llena las arcas con pesadas
bolsas de oro.
EL FRAILE
Entre las expediciones
que mandaban de Santa Fé, al mando de capitanes y soldados a civilizar estos
territorios, muchos eran crueles y arrasaban las sementeras e incendiaban los
bohíos de los pobres indios. Sólo cuando venían sacerdotes para administrar los
Santos Sacramentos y oficiar la Santa Misa, estos se hacían acompañar por
capuchinos o legos para que se entendieran con la ardua tarea de evangelizar.
En una de estas comisiones venia un fraile, que gustaba más del juego que comer
o que enseñar la doctrina.
Hacia la orilla del
río Magdalena donde hoy se levanta el majestuoso puente, construyeron unas
chozas llamadas "Elbas" y era el sitio preferido por los tahúres. Las
casas reales o viviendas de los colonizadores quedaban en El Alto, cerca a la
iglesia, que en aquella época era de bahareque.
El "lego"
de mi cuento se bajaba todas las noches a las Elbas, a entretenerse en el
"juego". El capellán ya habla advertido sus andanzas por las cuales
lo sermoneaba constantemente, pero nada había valido.
A tanto llegó su descaro,
que una noche no habiendo logrado ganar ni una "lupia", apostó el
hábito. Como lo perdió, su contendor, ciego de la ira, con arma en mano, lo
obligaba a que se despojara de él. El pobre religioso, rojo de furor le rogaba
que lo acompañara al campamento, para allí cambiarse y entregárselo. El soldado
no accedió, por lo tanto el frailuno le propuso entregárselo en un sitio
apartado y solitario, a fin de no hacer público tan vergonzoso caso. Por fin
atendió la súplica y se encaminaron por la orilla del río, hacia el sur, por
una senda sembrada de guaduales. Cuando llegaron a la zanja de una quebrada, el
apóstol se desvistió y entregó el burdo sayalete quedando sólo en interiores,
para no salir jamás del monte por no confesar su pecado.
El soldado de regreso,
riéndose de la pobre situación del capuchino, llegó jactancioso donde sus
compañeros de crápula, a burlarse y celebrar con licor su hazaña. Ya borracho
el ganador, salió a la orilla del rió y exclamó en voz alta: "¿Para qué
quiero yo estos costales sucios y burdos?. ¡Que se los lleve la
corriente...!" Y los arrojó a las tranquilas aguas, en medio de las
risotadas de los espectadores.
- ¿Abuelito, y el
Fraile se murió?
- Dicen que allí
murió de hambre. Lo buscaron por otros sitios, pero a nadie se le ocurrió ir
hacia aquel zanjón. Lo cierto es, que a quienes madrugan o pasan a media noche,
se aparece en actitud indecisa, como buscando dónde esconderse, para luego
ocultares con presteza.
Este es más o menos
el relato que me hizo el abuelito. ¿Le agradó?
- ¡Muchísimo!. Lo que
me intriga es saber si la quebradita o el zanjón existen.
- El lecho todavía
existe. Claro que como ese monte se taló, ya no arrastra bastante caudal de
agua, sino en invierno. La quebradita se halla en tierras de la hacienda San Francisco
y le pusieron el nombre de El Fraile, por el espanto en aquel lugar.
Me tenía en tensión
con su relato.
- ¿Verdad que es algo
raro?
- En esto de mitos y
leyendas nada os raro. Además, en aquel tiempo las costumbres eran diferentes.
- Eso es verdad.
- La invito para la
próxima entrevista.
- Tendré el mayor placer.
EL MANDINGAS
Quiénes no han
exclamado: .. ¡ Este muchacho es el puro mandingas!
Este vocablo se
usa comúnmente en todos los estratos sociales.
Representa a
Satanás y es conocido como "el Biruñas", "La co sa mala".
"El Maligno". "El Patas" y el "Diablo". ..'
Cuando un hombre
es feo. se le dice: "Parece el propio "man dingas"
Cuando se quiere
asustar un niño para que no se ausente de la casa, se le dice: "Si te vas,
te llevará el Mandingas".
Las anécdotas,
fábulas, cachos y cuentos que relatan sobre el "mandingas" abundan
por doquier.
Muchos dicen que
lo han visto tarde la noche, de a caballo a la manera de un potente hacendado
fumándose un tabaco gigante. En otras ocasiones es un, hombre buen mozo,
simpático, atractivo y chistoso. En las casas de juego es el tahúr que nunca
pierde y se las sabe todas.
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